El O2 Arena de Londres, al que acudieron 18.000 espectadores de los 20 millones de personas que querían asistir. El orden de las canciones (los chicos empiezan simbólicamente con "Good Times Bad Times" - la primera canción del primer álbum de 1969), la iluminación, el trabajo de los camarógrafos - todo aquí está teñido del espíritu de reconstrucción, pero con un sincero sentido de la maravilla. Ningún filtro ni ningún ángulo habrían podido hacer por la banda lo que ésta fue capaz de hacer: sobreponerse a antiguos conflictos, tocar a ocho manos, sin menos (excepto en "Kashmir") la música más viva y sensual del siglo XX. Apenas hay bandas que se traten a sí mismas con tanta exigencia, perfeccionando sus habilidades tan conscientemente. Una fusión de tecnicismo e intuición bluesera: eso es Led Zeppelin en su mejor momento. El carisma leonino de Robert Plant y el sólido virtuosismo de Page no pueden dejar indiferente a un melómano. Y no un melómano tampoco: los sutiles puentes psicológicos tendidos entre los participantes son captados con tanto acierto por la cámara. En el caso de Led Zeppelin es casi un factor decisivo, del que depende la química del equipo. Aunque no es vergonzoso lagrimear bajo "Celebration Day": 16 canciones geniales y tan familiares, semidioses amistosos sobre el escenario, luz dorada sobre los rizos dorados de Plant.
Grntileza de José Luis Chirino Rivero.